viernes, mayo 16, 2014

"Musicalidad de los tejados", un poemario de Adolfo Marchena.




El otro día me tocó platicar con un charlatán resabiado que, aparte de eso, me salpicó el ego con la acidez que produjeron sus idioteces. Para este personaje fue un intento, creo, por demeritar mi gusto por la poesía.

Como todo buen narcisista,  supo  tomar la palabra y poder retenerla el mayor tiempo posible, o hasta que su aliento y saliva se agotaron de tanta verborrea; sólo así pude tener chance (corto, por cierto; pues mi interlocutor se reponía con rapidez olímpica.) de objetar su ingenuidad cultural con respecto al idioma materno que hablamos: el español; luego afrontar el asunto "poético" que nos competía.

Me apena saber que hay personas cuyo desarrollo cognitivo no es capaz de sobrepasar el pensamiento concreto, tangible y medible con el cual, supuestamente, asumimos la realidad. Pues de otra forma sería capaces, no de comprender el significado de un poema o trozo del mismo, sino también de descubrir la musicalidad que habita en la más humilde composición poética ¡Y disfrutar de ella! Sabiendo de ante mano que la poesía va más allá del verso, a continuación cito un fragmento del poemario escrito por el amigo Marchena:

A dónde llegar sin voz
con un azuelo vivo
que dispersa las vocales
por las autopistas
de la tráquea

Podemos afirmar que  el pensamiento puede coger forma de ritmo, ese pulso posee una musicalidad que no puede ser reconocida por algunos idiotas. No quiero decir que, si alguien es incapaz de entiender un poema contemporáneo es un idiota, sino que el idiota, a pesar de aprenderse de menoría cierto poema debido, precisamente, al ritmo reiterativo de la musicalidad, no quiere admitir el valor artístico que ello supone, ya que su mente ha sido presa del minimalismo salvaje y vulgar de lo cotidiano. Lo que me recuerda otro trozo poético de Marchena:

“Habría que decir que
bajo los tejados habitan golondrinas
y que no todos los hombres miran  
hacia el cielo, salvo en determinados
eclipses que precisan de cristales rotos. “

Bajo los tejados habitamos nosotros, más que las golondrinas, y la musicalidad habita en ellos. En todo aquello que puede ser convertido en poesía. Ese mirar al cielo nos revela una verdad eclipsada por los cristales con que apreciamos nuestro entorno.

 “Ese hombre esa mujer adolecen
De la musicalidad de las formas.”

Hay quienes enmudecen su entendimiento ante el decoro de la naturaleza. De igual forma, ante la lectura de versos alegres y, desde luego, irónicos:

“Un brindis por su majestad la reina
Un brindis por los desahuciados
Un brindis por el exorcismo de Raimundo I
Un brindis por el desagravio del poeta”.

Algo más pernicioso todavía es que, otros tantos, por salvaguardar su ideológico proceder, mediante la corrección política implantada, comenten crimen contra la belleza de nuestro idioma, que entorpece la producción de esta musicalidad.

“En el siglo XXI las arrobas
Iban de la mano destrozando
La musicalidad de la entrepierna”.

“…en música del Jazz que evoca el poema”.  Tal parece que el arte inspira el arte. De aquí  Adolfo Marchena toma el ritmo que necesita para hacer poesía. Gracias a un séquito de héroes musicales que dominan el Jazz, a los cuales el poeta rinde homenaje en ciertos pasajes metafóricos, se puede disfrutar  “Musicalidad de los tejados”, como si de una partitura se tratase, mientras la voz, nuestra voz, es el instrumento que le proporciona vida.

Existe musicalidad en la intemperie, cabe añadir, donde se refugian hombres y mujeres que Marchena detalla, con analítica sutil y una pizca de crítica indeleble, que deja tras su rastro el sabor agridulce de la verdad.

Los que no están acostumbrados a leer poesía, deberían tener dificultad a la hora de entender algunas expresiones poéticas en dicho libro, o en otros. Sin embargo, esto no es algo difícil de superar. De ninguna manera. Puesto que "la complejidad" se logra esclarecer, y disfrutar, gracias a la cita que da apertura al libro en cuestión; es la clave (y llave) que debemos tener presente:

“Alguien: ¿Qué es el Jazz?
Duke Ellington: El Jazz no es el qué, es el cómo.”

Lo mismo se puede aplicar a la poesía. Por tal razón, diríamos que el Jazz es una forma de poesía; o que la poesía también puede manejarse como Jazz, y que la vida lleva implícita sus ritmos y entonaciones, de una diversidad casi infinita; más si se desdobla gracias a la imaginación. Esto es patente en la poesía de Adolfo Marchena que se puede disfrutar en su nueva entrega:


Saludos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Estimado amigo; gracias por escribir tan excelente estudio sobre Musicalidad de los tejados. Compruebo que la poesía no siempre viaja sola.
Un abrazo,
Adolfo Marchena

Luis Amézaga dijo...

No discutas demasiado con resabiados prosaicos. Ya sabes que los hijos de las tinieblas son más listos.