miércoles, octubre 14, 2015

Los Pliegues Ocultos


Reseña sobre el libro.

“-Vivimos en los pliegues magníficos de una existencia arrugada.

Una parte de esa existencia universal es develada por el poeta Juan Planas Bennásar (Palma de Mallorca, 1956), al menos la que le corresponde descifrar sobre esos secretos entrañables de la vida,  que sólo a través del largo viaje de la experiencia y su reflexión es posible interpretar con un penetrante lenguaje poético. Aunque este ejercicio  hermenéutico no sea más que la sombra de lo verdadero, de lo que escapa a la posibilidad concreta del ser humano: “El Poema escrito aniquila al poema ideado” es más que justa para dejarnos una impresión enriquecedora, el objetivo final del arte.

El autor se sirve de pliegues poéticos para confeccionar la estructura primordial de su obra; pliegues distinguibles, entrelazados o mezclados, a dos voces se dirá, que evocan reflexiones monologadas, versificaciones escurridizas de una consciencia oculta que llama al ajuste más preciso y honesto, ya madurado. Es su sello particular.

“La sinceridad del deseo solo es comparable a la del poema.”

Si para el lector esta obra no es un poemario porque no cae en el rigor de la frecuencia del verso, favor remitirse a la siguiente expresión del artista:

“-quien quiera verso que corte los renglones por donde le plazca”. O si es acucioso, los descubrirá invictos resguardados entre  los mismos pliegues.

 Como ya se insinuó, Planas crea una travesía metafórica hacia el laberinto de los recuerdos, surcando la geometría del alma de las cosas; para ello  elude la frigidez de la contabilidad materialista y gramatical que imprimen el orden de nuestra cognición, nuestro hablar cotidiano, la frontera del entendimiento. Orden que no siempre le cuadra al poeta en sus cuentas íntimas para discernir esta aventura lírica y sapiente que nos traslada al espíritu que inundan algunas ciudades de Europa y de otras latitudes.

Como en toda obra ávida de amor, pero también con su accidental desembocadura, la melancólica tragedia romántica, no puede ser inspirada más que por una musa, en este caso baldía, que truene el látigo que excite a los corceles. Esta musa cuyas emanaciones eróticas sirven de eje por el cual se irán enrollando los pliegues en la rueda del tiempo. La efervescencia del poeta la dirige, procurando el ritmo y la velocidad necesaria, sin restricciones o impetuosidades absurdas. La musa es la encarnación de una beldad magnífica, y a la vez hiriente, común a casi todos los hombres, un arquetipo moldeado en la herrería del pensamiento donde también se forjará la base de  filosofías compartidas:

  “-Pero sólo somos lo que podemos ser.
Sobre esta ambigua posibilidad trata toda nuestra filosofía.”

Vemos a Planas, al poeta y al hombre (es la naturaleza trinitaria del protagonista) lidiar con los recuerdos de La Musa en “La Ciudad de la Letras”, o mejor dicho compuesta  por letras, hasta que el lector lo reconoce como un ángel caído en la vorágine de esas articulaciones urbanas que una vez le consumieron. Por supuesto que nada puede gozar de distinción sino es gracias a la luz y al prisma triangular que la filtra, creando entornos alegóricos de hermosa composición, aunque no por ello dejen de ser invadidos por ausencias y el dolor. Si bien estas aventuras de pareja parecen evocar desde luego una inquietante juventud, la imagen del Padre figurativo, del regidor y guardián del orden, de quien pone las piezas en el tablero cuya ira engendrará el caos al golpear con los puños la mesa, el universo, persiga y sojuzgue, siempre se podrá encontrar ese lado oscuro tras el ojo vigilante donde pueda habitar la intimidad liberadora, pues, ya trascurrida, sólo quedará de ella la “Arqueología Subterránea” de su propio recuerdo; que no es otra cosa que el precioso contenido escarbado por el lector.

Entre tanto pliegue carnal, volcánico, vivido a fuerza de extraños ritos; en el artificio de la vida o de la muerte; en la confusa abstracción de las ideas que van a parar incluso a sacos de basura; en esos pliegues ocultos se encuentra la esencia de la vida y, a falta de una gramática acertada que las haga tangibles, siempre tendremos la poesía para identificarlas con mayor deleite, sin necesidad de precisiones mecánicas. La obra del poeta habla por sí sola y por ello le trascenderá, en homenaje de todos aquellos que la inspiraron y seguirán moviendo.

Gracias amigo Juan, por enseñarme por donde anduviste. Allá a lo lejos.   

David Morán.
Tegucigalpa,

Octubre 2015.

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